Ayer acuné el “camino” de manos de un amigo …
que reflejó en la distancia, sabores que había olvidado
y olores que me recordaron el ayer y la distancia.
Acuné, digo, porque como un niño pequeño
con lágrimas en los ojos y berretes en la boca
convertí en imágenes un alma solitaria
y un amanecer.
Ayer Jesús describió, con el corazón en la mano,
las veredas de unos caminantes de sueños,
de un camino de gloria y soledad
al que algunos y otros saben disculpar,
glorifica la amistad de unos y la compañía de esos “otros”.
Unos caminantes de caminos,
unos andadores de sueños,
zapatos que discurren solos y acompañados …
sentimientos mutuos y reconfortantes.
Sólo las veredas de la verdad reflejan su nombre
hasta llegar a su destino,
hasta llegar al comienzo de su espiritualidad;
una algarabía de reconfortantes esfuerzos
para, únicamente,
conocer lo que la verdad esconde; “uno mismo”.
Jesús, con su verdad, supo reconocer anoche
esa deidad que de vez en cuando se nos escapa,
que de vez en cuando aterriza en nuestro interior
como un soplo de añoranza,
de fertilidad abrumadora del alma.
Sus imágenes, anoche , recrearon la humildad
de aquellos y la honestidad de muchos.
¡Gracias Jesús!, por informarle al mundo
que de vez en cuando la vida nos deja una flor en la ventana
y de vez en cuando,
una hoja carmesí en el corazón.
De vez en cuando la vida nos asalta
para decirnos que ella está aquí y nos espera,
que debemos seguirla ,
que debemos vivirla.
Que de vez en cuando la vida nos abruma
y nos consuela como tú anoche nos dibujaste en un sueño.
En definitiva, que de vez en cuando la vida
nos sopla en el cuello y nos recuerda
para qué demonios hemos venido a este mundo.
Sólo un pequeño desliz de lo que anoche,
junto con la música y los versos,
he sido capaz de sentir y no olvidar.
Gracias querido amigo,
por dejarnos en 40 minutos
disfrutar de toda una vida….
c@rdelli
Diciembre 2010
